La Guerra Secreta del Petróleo

Cuando se señala que Pemex es una empresa con pérdidas, cuyo patrimonio era negativo en 271 mil millones de pesos a fines del 2012, la respuesta es que lo que vale de Pemex no son los fierros sino las reservas. Sin embargo, las reservas de hidrocarburos no son de Pemex ni tienen por qué serlo. Son, y deben ser siempre, de los mexicanos.
José Luis Elías García
El Hombre de la Mancha Juarense.
CIUDAD DE MEXICO.- Distrito Federal. — Para la izquierda es un dogma. Hay que rechazar la apertura de la industria petrolera a la inversión privada porque esto significaría una privatización y Pemex, nos dicen, “no se vende”.
Cuando se señala que Pemex es una empresa con pérdidas, cuyo patrimonio era negativo en 271 mil millones de pesos a fines del 2012, la respuesta es que lo que vale de Pemex no son los fierros sino las reservas. Sin embargo, las reservas de hidrocarburos no son de Pemex ni tienen por qué serlo. Son, y deben ser siempre, de los mexicanos.
Hay una gran diferencia si las reservas son de los mexicanos y no de Pemex. Si son de la empresa, ésta tiene derecho a hacer con ellas lo que quiera, como lo ha venido haciendo, y puede controlar la producción, el transporte, la distribución y la venta final de los hidrocarburos y sus derivados. Tiene también derecho a utilizar los ingresos para lo que quiera, incluso para subsidiar el gasto corriente del gobierno, aunque esto sea un desperdicio de los dividendos de un recurso natural no renovable.
Si el crudo y el gas son propiedad de los mexicanos, en cambio, somos los mexicanos quienes podemos exigir que los recursos se utilicen para nuestro beneficio. Difícilmente nuestra mejor opción sería entregarlos a un monopolio gubernamental para que éste subsidie el gasto corriente del gobierno.
El actual sistema de explotación petrolera de nuestro país ha sido extraordinariamente costoso para los dueños de los hidrocarburos, los ciudadanos mexicanos. Parte del problema es la política del gobierno de saquear a Pemex a través de impuestos exagerados para compensar su propia incapacidad de recaudar impuestos. De unas ventas de 1 billón 647 mil 900 millones de pesos en 2012, Pemex entregó al gobierno 902 mil 600 millones. Eso representa un impuesto de 54 por ciento sobre las ventas o casi 100 por ciento del rendimiento de operación.
Además de saquear sistemáticamente la renta petrolera, el gobierno ha permitido que Pemex se convierta en una empresa obesa e ineficiente. El monopolio tiene ventas de 130 mil millones de dólares anuales, virtualmente las mismas que Statoil, pero cuenta con 153 mil empleados frente a los 23 mil de la empresa noruega. De hecho, la neerlandesa-británica Shell, la mayor petrolera del mundo, con ventas de 467 mil millones de dólares en 2012, casi cuatro veces las de Pemex, tiene apenas 87 mil empleados.
La inversión productiva en Pemex ha venido aumentando de forma importante en los últimos años. En 2006 la empresa invirtió 1,600 millones de dólares en exploración. En 2012 alcanzó los 2,500 millones en este rubro y se espera que en este 2013 se llegue a 2,600 millones de dólares. Pero este incremento en la exploración no ha impulsado la producción. La de petróleo crudo ha bajado de 3.4 millones de barriles diarios en 2004 a 2.5 millones en este 2013. La de gas natural, que era de 6 mil 919 millones de pies cúbicos en 2008, ha bajado a 6 mil 358 millones en 2013.
El sistema del monopolio gubernamental para la explotación de petróleo quizá beneficia a los políticos y a la burocracia y el sindicato de Pemex, pero no a los dueños del hidrocarburo. La reforma energética que ha propuesto el gobierno mantiene la propiedad de los recursos en manos de los ciudadanos y le da a Pemex un papel crucial en el futuro de la industria petrolera. Pero abre cuando menos un poco la industria petrolera a la inversión privada nacional o extranjera.
Esto no es ningún robo a los mexicanos ni una traición a la patria. Al contrario, si la reforma se hace bien, y tiene buenas leyes secundarias, podría lograr que los mexicanos obtuviéramos mayores beneficios del petróleo, producto que hasta ahora sólo ha servido a los intereses de los políticos y de quienes trabajan para Pemex.
Nueva York— Mientras en el Senado mexicano se intercambian posiciones retóricas o los legisladores se mientan la madre, la producción mexicana de petróleo declina. En cambio, en Estados Unidos, donde cada individuo es dueño del petróleo en su propiedad, la producción está aumentando al mayor ritmo del mundo.
En México la producción de crudo ha pasado de 3.4 millones de barriles diarios en 2004 a 2.5 millones en 2013. En Estados Unidos, por primera vez en mucho tiempo, en octubre de 2013 la producción nacional, 7.7 millones de barriles diarios, fue superior a las importaciones, 7.6 millones. La Energy Information Agency (EIA) considera que en 2014 la producción estadounidense aumentará otro millón de barriles diarios.
La bonanza petrolera estadounidense es consecuencia de una mayor producción de petróleo de formaciones de lutita o esquistos, shale oil, como se llama en inglés. La extracción se realiza con un proceso llamado fractura hidráulica, fracking, que implica inyectar grandes cantidades de agua y químicos a estas formaciones minerales. En la Unión Americana la gran flexibilidad para invertir e innovar ha permitido extraer no sólo petróleo sino también gas de lutitas. En México los yacimientos de estas formaciones ni siquiera han empezado a ser explotados.
Los estadounidenses obtienen mayores beneficios de la explotación privada de hidrocarburos que nosotros del monopolio de Pemex. Las petroleras pagan impuestos. Las comunidades se benefician de la derrama económica. Las pérdidas, cuando las hay, no las pagan los contribuyentes. El sistema es competitivo y se ajusta según las condiciones de mercado. No enriquece ni a políticos ni a líderes sindicales. Genera precios menores en los combustibles sin necesidad de subsidios.
En México solamente se debaten los dogmas de una religión. La clase política le rinde un culto pagano al petróleo. Es más importante el control de n monopolio gubernamental que la inversión, la producción o el beneficio a los mexicanos. Nuestros políticos se niegan a aceptar que las limitaciones a la inversión son la razón fundamental por la que ha caído la producción de crudo y por la que nos vemos obligados a importar gasolina y gas natural.
La propuesta de reforma en México es en realidad bastante modesta. No incluye concesiones que permitan a las empresas productoras registrar reservas en sus libros y obtener financiación para su explotación.
Da poderes excesivos a Pemex, que sigue teniendo el control de todo el petróleo extraído. La reforma permitirá la operación de grandes petroleras, las que tienen capacidad para trabajar en aguas profundas, pero no de las pequeñas que se especializan en los yacimientos mucho más pequeños de lutitas.
En todos los demás países vemos operaciones privadas en la industria petrolera. Incluso Venezuela y Argentina, con sus gobiernos populistas, o Cuba y Corea del norte, con sus sistemas comunistas, aceptan la inversión privada en petróleo. La paraestatal brasileña Petrobras pasó de ser un monopolio gubernamental ineficiente y con pérdidas para convertirse, tras la apertura, en una empresa de clase mundial.
Estados Unidos es actualmente el país con mayor crecimiento en producción, A pesar de que hace mucho tiempo que no tiene yacimientos fácilmente explotables, tiene la ventaja de una legislación abierta que promueve la inversión productiva. Mientras esto ocurra, los trabajadores mexicanos tendrán que seguir cruzando la frontera para trabajar en una industria petrolera dinámica porque en México un dogma ha reservado este campo a un monopolio gubernamental.