Producción colectiva reemplaza latifundio estéril
BARINAS, Venezuela, (Tierramérica) .- "En
todo esto que usted ve no se producía ni un litro
de leche, ni una mazorca", dice el venezolano
José Tapia Coirán girando con sus brazos
extendidos para poner de límite el horizonte en
la sabana salpicada de árboles.
Por Humberto Márquez, enviado especial* – Tierramérica
"Aquí sacamos 500 litros diarios de leche y
cosechamos un millón de kilos de maíz", añade.
Son los llanos de Barinas, sudoeste de
Venezuela, donde trabaja la cooperativa Brisas
del Masparro, por el nombre de uno de los ríos
que nacen en los Andes y llevan sus aguas al
Orinoco. Coirán, como le llaman todos, ex peón y
tractorista en haciendas de la zona, es el presidente.
"Aquí hubo una vez un bosque, pero los
latifundistas se llevaron toda la madera. Dejaron
unos pocos árboles y miles de hectáreas de
rastrojos que nosotros poco a poco vamos
limpiando y sembrando con pasto o con maíz", dice
el dirigente. "Esto lo tenían abandonado, sin
producción, y por eso lo ocupamos", agrega.
Coirán y los suyos recorren con Tierramérica
kilómetros de llanuras planas como mesa de billar
entre malezas, algún pantano, pastizales o tierra
arándose para un sembrado, para subrayar su
reclamo al ocupar lo que fue tierra improductiva.
Se cruzan bandadas de garzas, corocoras rojas
y algunos gavilanes. "Queremos conservar todo lo
que podamos, decidimos no tumbar árboles, más
bien les quitamos malezas y plagas mientras
avanzamos", dice Miguel Méndez, otro cooperativista.
El presidente de este país, Hugo Chávez,
lanzó una "guerra al latifundio" con una ley de
tierras en 2001 que pautó el "rescate" estatal de
fincas cuya propiedad privada y condición
productiva no pudieran demostrarse
suficientemente. Sobre el terreno hubo, y
continúan, los choques entre hacendados y campesinos.
Los latifundios ocupaban unas seis millones
de hectáreas en 1999. Dos millones de ellas han
sido confiscadas por el gobierno, que entregó 60
por ciento de esa superficie a más de 100.000
familias campesinas, según cifras oficiales.
Además, 98.500 unidades productivas que
ocupan 4,3 millones de hectáreas han regularizado
su situación mediante la carta agraria, que
otorga la tenencia, pero no la propiedad de esas
tierras, que sigue siendo estatal.
La hacienda Santa Rita, a orillas del
Masparro, ocupaba 31.000 hectáreas con no más de
1.800 cabezas de ganado, según los
cooperativistas. Grupos campesinos las ocuparon
en 2002 y 2003, y el Estado les asignó unas
16.000 hectáreas, dejando el resto a los antiguos propietarios.
Con sus 56 socios, la cooperativa que más ha
avanzado es Brisas del Masparro, con 803
hectáreas. Hace cinco años recibieron un crédito
de 156.000 dólares que invirtieron en vacunos,
equinos, enseres e insumos, y en las primeras siembras.
Ya tienen un rebaño de doble propósito, carne
y leche, a base de cruzas entre ejemplares
aclimatados a las llanuras tropicales de las razas Cebú y Holstein.
BIENES EN COMÚN
Un caserón usado como refugio de peones y
depósito de la antigua finca se convirtió en sede
comunitaria. La primera impresión es de desorden.
Restos de un tractor en el patio yermo marcan el
único punto de la zona donde se capta la señal de teléfono satelital.
Cerdos y gallinas van tras un joven que les
desgrana unas mazorcas. Otro limpia un poco el
piso del corredor, escenario de las asambleas.
Las paredes hace tiempo que no reciben una mano de pintura.
Al fondo hay una cocina y una larga mesa de
comedor para quienes faenan esa jornada y las
familias que se han ubicado en viviendas
improvisadas en los alrededores. En una pared hay
afiches decolorados por el tiempo de Chávez y del
revolucionario salvadoreño Farabundo Martí (1893-1932).
"Somos socialistas. Trabajamos en común,
según las capacidades de cada quien, y nos
rotamos pa’ no hacer siempre lo mismo y aprender
de todo. Nos dimos cuenta de que si cada uno va
por su lado es muy difícil salir pa’ lante y
dejar de ser como éramos, peones, empleados,
enriqueciendo a otro", dice el veterano Neptalí
Quintana, durante muchos años inseminador de vacas en haciendas de la
comarca.
Habla recostado en una baranda de la vaquera
donde hijos y sobrinos de los socios adultos
ordeñan algunas vacas, por segunda vez en la
jornada. "Conseguimos unos cinco litros de leche
diarios por animal, por encima del promedio" en
esta zona, que es inferior a cuatro litros por vaca, dice Quintana.
Cada día, la cooperativa dona 20 litros de
leche a las dos escuelitas de la zona,
cuentan orgullosos. "Ponemos el vaso que cada niño necesita", explica
Méndez.
"Pero si además de los animales en común
alguno de nosotros tiene una vaca o un caballo o
consigue un cochino, lo puede criar con los demás
y al venderlo es suyo. Algo entregará a la
cooperativa, pero no nos oponemos a esa
propiedad. Lo que sí queremos es la tierra y los
demás proyectos de vida", sostiene Coirán.
Los ingresos "se usan para los gastos que
también son comunes, para producir o para comer,
y cada socio recibe además mensualmente 400
bolívares (186 dólares) como anticipo de lo que
le corresponderá por la gestión anual de la
cooperativa", explica Iraima Benaventa, joven
madre de dos niños y "responsable de logística".
Alumna de un programa de estudios secundarios
a distancia, Benaventa apunta las compras que
desde la ciudad ha traído otro socio –pasta,
arroz, vacunas para el ganado– y supervisa el
trabajo de limpieza y de cocina –ese día, arroz
y carne– que han realizado los más jóvenes.
Brisas del Masparro comenzará a construir
este año 56 viviendas para igual número de
familias, con un plan de autoconstrucción apoyado
por el gobierno. "Las juntaremos en forma de
pueblito para facilitar y abaratar los servicios,
el agua, la luz, el gas, una cancha, una plaza,
una casa comunal, quizá hasta una piscina", explican.
MEJOR COMUNIDAD
A este recodo del Masparro, llamado Las
Piedras, se llega al cabo de una hora de
carretera desde Barinas, capital regional,
pasando junto a Sabaneta, el pueblito natal de
Chávez. Luego, se avanza otra hora por un camino
de tierra y grava que los cooperativistas piden
que se asfalte en beneficio de toda la comunidad.
"Las fincas de este sector estaban muy
improductivas hace cinco años. Pero con nuestra
lucha llegaron programas del gobierno. Se hizo la
vía, se inició un catastro de tierras, se le
dieron papeles de tenencia a los ocupantes
particulares o cooperativistas, se consiguieron créditos", expone Coirán..
En Las Piedras "pasamos de casi cero a 21.000
litros diarios de leche (la producción nacional
es de 1,3 a 1,7 millones de litros por día, según
distintas fuentes). Ahora hay gente criando más
ganado, sembrando maíz, frutales y pastos", argumenta.
Caracciolo Ramírez, agricultor independiente,
tiene su parcela de unas 40 hectáreas cerca de los terrenos de la
cooperativa.
"El gobierno ha ayudado con cartas agrarias,
con algún financiamiento y con la carretera.
Mejoré mi casa, mi hija mayor comenzó la
universidad, veo los resultados", expone y
obsequia a este reportero un refresco de avena
con hielo, en un cobertizo al lado de su vivienda de ladrillos.
Mientras, la cooperativa prepara una
superficie mayor a la del año pasado para sembrar
maíz, construye una nueva vaquera y reforma la
vieja para implantar el ordeño mecánico, y busca
financiamiento para instalar unos tanques de
enfriamiento que le permitan extraer más beneficio de cada litro de leche.
"En todo el mundo hay crisis de alimentos,
quieren tomarlos para hacer combustible. No
estamos de acuerdo y devolvemos el apoyo del
gobierno produciendo más comida. Este país no
puede seguir alimentando a la gente a punta de
importaciones, mientras hay tanta tierra
esperando para trabajar", opina Coirán.
En el período 2004-2007 la producción
alimentaria venezolana creció 3,4 por ciento,
pasando de 18,9 a 19,6 toneladas anuales, según el gobierno.
Pero el ex ministro de Agricultura, Hiram
Gaviria, apunta a la insuficiencia de ese avance:
por habitante, Venezuela produce hoy 88 por
ciento de los alimentos que generaba en 1998, aseveró a Tierramérica.
Lejos de Barinas, en Roma, líderes del mundo
discutieron entre el 3 y el 5 de este mes
mecanismos para superar la actual carestía
alimentaria, en la cumbre de la Organización de
las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
En la antigua hacienda Santa Rita, miles de
hectáreas "recuperadas" por el Estado fueron
entregadas a otras cooperativas o asociaciones
campesinas, que no exhiben éxitos como Brisas del Masparro.
"Hacemos asambleas de la zona y les ofrecemos
apoyo. Incluso más lejos, al Apure (extremo
suroeste del país) hemos llevado nuestra
experiencia y las novillas que hemos producido,
que les vendemos a precios más baratos, pero el
individualismo de muchos compatriotas hace que lo
que buscan sea una parcela", narran Quintana y Coirán.
De regreso a Barinas, uno de esos aparceros,
Alejandro, acompaña a Tierramérica. "Queremos
formar una cooperativa para trabajar, pero que
cada quien tenga su parcela, que podamos vender.
Con la carta agraria, la tierra no puede
traspasarse y siempre será del Estado".
Alejandro sostiene que los vecinos de Brisas
del Masparro ven con simpatía el experimento y
quisieran tenerlo como testimonio de lo que puede el trabajo común.
"Ellos tienen sus razones, el apoyo del
gobierno revolucionario, y está bien, pero, ¿qué
pasará el día de mañana si el gobierno cambia?
Uno quiere un pedazo de tierra para trabajar,
pero también para dejársela a los hijos", observa
Alejandro cuando ya el sol anaranjado desaparece
entre los pastizales del suroeste venezolano.
*El autor es corresponsal de IPS. Este
artículo fue publicado originalmente el 7 de
junio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.
(FIN/Tierramérica/hm/dcl/la vt dv md if ip en sl/08)