Sin Rumbo a la Vista
Por Mário Soares (*)
LISBOA, (IPS) .- La gran crisis económica se extiende y se ahonda en
todos los rincones del planeta, sin que nadie pueda decir, con
certeza, donde nos está llevando y como y cuando será posible
dominarla. Como otras crisis, esta se presenta con variantes y
contornos diferentes de región a región. Y aún en el marco de
Occidente se advierten diferencias notables entre los Estados Unidos,
el epicentro de la crisis, y los países de la Unión Europea.
Mientras los Estados Unidos se han convertido, después de la victoria
presidencial de Barack Obama y del Partido Demócrata, en "la tierra
donde todo puede volver a suceder", el Viejo Continente continúa
paralizado y sin rumbo a la vista.
Cuando falta menos de un mes para el fin del actual semestre de
presidencia de la Unión Europea, ejercida por Nicolas Sarkozy, que no
es exagerado decir que produjo mucho ruido y pocas nueces, y en
vísperas del pasaje de la presidencia comunitaria a la República
Checa, que nutre dudas y preconceptos sobre el futuro de la Unión, no
parece probable que el Tratado de Lisboa vaya a ser ratificado por sus
27 Estados miembros, tal como estaba previsto hasta hace algunos
meses. Lástima, porque la denominada estrategia de Lisboa, aprobada en
marzo del 2000, postula un modelo social y ambiental y afirma, por lo
tanto, que es posible compatibilizar políticas sociales avanzadas y de
defensa de los trabajadores con políticas ambientales estrictas, con
competitividad económica, con rigor financiero y con innovación
científica y tecnológica
Pero es indudable que el Tratado de Lisboa ha perdido importancia y
significado debido al desastre causado por el neo-liberalismo y a la
iniciación de un nuevo ciclo político-económico. Todo está cambiando
aceleradamente. Ahora, las soluciones para enfrentar la gran crisis
pasan, obviamente, por nuevos caminos. Pero las medidas adoptadas
hasta ahora en Europa no han sido mejores de las de Estados Unidos,
con el agravante de ser menos transparentes.
Es inquietante que muchos dirigentes europeos parezcan no haber aún
advertido la dimensión de los desafíos que se están sucediendo y de la
necesidad de unir fuerzas para enfrentarlos.
Es cierto que algunos países que formaron parte del bloque comunista
de Europa Oriental y que se incorporaron a la Unión Europea durante
los últimos ingresos (precipitados) nunca se manifestaron -salvo
honrosas excepciones- muy europeístas. Han estado sobre todo
interesados en el plano de la seguridad (bastante teórica) que les
brinda la pertenencia a la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN), a la vez que conciben prevalentemente a la comunidad
europea como una organización de libre comercio que abolió las
barreras aduaneras, olvidando que no es ese su objetivo primario, sino
el de instituir una paz perdurable en este continente y encaminarlo
hacia una unión política.
Hoy en día algunos de esos países, en razón de las contingencias
económicas, advierten que la pertenencia a la eurozona les puede
asegurar protección ante la crisis… Pero no perciben a la Unión
Europea como una verdadera comunidad política.
Por su lado, los partidos de extrema izquierda, que siempre
desconfiaron de la que consideraban la "Europa de los trusts", nunca
comprendieron la importancia de la integración europea para la
realización de las grandes transformaciones políticas.
A su vez, los partidos socialistas y social demócratas se dejaron
influenciar -casi diría colonizar- por la moda neoliberal que
propalaban la administración de George W. Bush y la llamada Tercera
Vía del laborismo británico. Ahora, después del fracaso de Bush y del
Partido Republicano y ante la expectativa del viraje que impondrá el
Presidente electo Barack Obama, la ideología neoliberal y del mercado
libre y sin reglas parecen vestigios de un remoto pasado.
Sin embargo, para que la izquierda europea pueda ofrecer una válida
alternativa al ocaso neoliberal todas sus compontes -social
demócratas, laboristas, verdes y aún las de izquerda radical
emancipadas de las viejas utopías totalitarias- deben demostrarse
responsables y capaces de un nuevo dinamismo para superar la crisis económica.
En ese sentido, ha dado un pésimo ejemplo el Partido Socialista
francés -el partido de Léon Blum y de Francois Mitterrand- durante su
reciente congreso de Reims, donde los líderes se trabaron en luchas
personales, incapaces de debatir sobre ideas y estrategias, haciendo
oídos sordos a las demandas de los militantes.
Esto no es bueno para Europa y menos aún para la izquierda. Reconocer
los errores debe ser el primer paso para poder emprender los cambios
necesarios. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Mário Soares, ex Presidente y ex Primer Ministro de Portugal.